viernes, 29 de abril de 2016

The Big Country, 1958

¿Cómo conseguir que un montón de varones de los años 50 del siglo XX se traguen un culebrón sin rechistar? ¡Convirtiéndolo en una historia del oeste! Si a una historia romántica le pones botas y gorro de cow-boy, revólver al cinto y lo montas a caballo por las llanuras de Texas, ya has convertido un drama cualquiera en una peli que seguirán los fans del far-west.

Cartel de Peck protector y Connors empequeñecido (Y eso que jugó con los Boston Celtics)

Algo parecido pasó con la historia que dirigió William Wyler en 1958 que en España, con esa especial sensibilidad por poner títulos idiotizados llamaron “horizontes de grandeza”, pero que en versión original se llama “The Big Country”, es decir, “el gran país”, y es que eso se empeñan en decirle al forastero Gregory Peck desde que pone los pies en Texas, que “aquello es un gran país” con unas llanuras sin fin y con tierra para aburrir.

Que quede claro que es GRANDE

Sinopsis:

Una diligencia corre por las vastas llanuras de Texas al ritmo de la inconfundible música de Jerome Moross. De la diligencia, al llegar al polvoriento pueblo de San Rafael, baja Jim McKay (Gregory Peck) un capitán de navío retirado que viene del este, donde su familia posee, en Baltimore, una flota naval. Llega a Texas con la intención de casarse con su novia Pat Merrill (Carrol Baker), a la que conoció en el este, donde la gente es civilizada.

 

Títulos de crédito

Pat Merrill es la única hija del Mayor, así lo llaman todos, Henry Merrill (Charles Bedford), un rico ganadero que posee un extensísimo rancho con decenas de miles de cabezas de ganado. A pesar de ser un ricachón que se sabe el amo de todo y de todos, tiene un enconado enemigo en la figura de otro rudo ganadero, Rufus Hannassey (Burl Ives), con el que mantiene interminables disputas por los pastos y el ganado. La gota que colma el vaso es que los brutos hijos de Rufus, especialmente, el primogénito, Buck Hannassey (Chuck Connors), han estado divirtiéndose un rato a costa del recién llegado Mc Kay.

El novio llega al oeste vestidito como en la ciudad

Mc Kay se horroriza, como caballero que es, de la rudeza y las maneras toscas de hacer las cosas en el salvaje Texas, a pesar de que está acostumbrado a ver cosas porque ha navegado durante años y ha recalado en puertos muy remotos. McKay no desea que el Mayor y sus mozos vayan a dar un escarmiento a los Hannassey. Se muestra en contra de la medida, cosa que sienta muy mal a su novia que lo cree un cobarde. Por lo visto, no zurrarse la badana con quien se le planta delante, es ser una vergüenza.


Fiesta de pedida de mano

Para mayor osadía, a Mc Kay no se le ocurre otra cosa que salir solo a caballo por las procelosas llanuras texanas, nadie entiende que un marino está acostumbrado a guiarse en medio de la nada. Mc Kay acaba en Valverde, cuya propietaria es Julia Maragón (Jean Simmons) íntima amiga de Pat, joven y casadera a la que le salen pretendientes sobre todo porque tiene agua en sus tierras.

El novio charlando con la amiga de la novia

Para acabar de aderezar la historia, el capataz del mayor, un arrogante y rudo vaquero, Steve Leech (Charlton Heston), intenta medir su fuerza con Mc Kay, al que cree despreciable y poco hombre para Pat, a la que pretende desde lejos, pues es la hija de su jefe al que admira como un Dios.

Total que la pareja casadera riñe, entre otras cosas porque Pat no entiende que a Mc Kay le resbalen las bravuconadas y los desafíos. Lo desprecia y, con un complejo de Electra manifiesto, que es como el de Edipo, pero a la inversa, abnegación desmesurada de la hija hacia el padre, acaba espetándole que “no es ni la mitad de hombre que el mayor”. Ruptura irreconciliable.

El apoteosis final tiene lugar en el cañón blanco, donde los Hanassey tienen su hogar.

Descanso de rodaje

El guión de esta película es una adaptación de una novela por entregas, que salía en un diario, la cual firmó Donald Hamilton. Consiguieron hacer una historia en la que mezclaban amor, despecho, desafíos, orgullo, el chico, la chica, los patriarcas malos, el malvado cobarde, el rudo rival, e incluso, el empleado humilde.

¡Pelea, pelea!

Hay momentos memorables en el que el lobo de mar Mc Kay intenta confraternizar con los rudos texanos orgullosos de su tierra, que, por cierto, había llegado a ser un país propio. En la fiesta de la pedida de mano, poco antes del altivo discurso de Rufus Hanassey, que le valió el óscar a mejor secundario a Burl Ives, un texano pregunta con orgullo a Mc Kay refiriéndose a la vasta extensión territorial: “¿Había visto algo tan grande alguna vez?”, a lo que Mc Kay responde displicente “Sí, un par de océanos”.

Los personajes:

Los personajes definen la historia con maestría, así tenemos al prota, Jim Mc Kay, que es un capitán de barco retirado, todo un caballero, que odia parecer un fanfarrón y al que los excesos de orgullo le parecen de un salvajismo incongruente.

El chico

La chica con complejo de Electra, pues no hay hombre como su padre, que acaba despreciando a su prometido porque este no desea zurrarse con el capataz del rancho.

La chica

La amiga de la chica, que defiende al novio, quizá porque le guste demasiado, que prometió a su abuelo no vender la tierra a ninguno de los viejos rivales, y que es acosada por el rudo macarra Buck Hannassey.

La amiga de la chica

El capataz, Steve, que es un rudo vaquero que se pasa provocando al forastero todo el rato pues lo cree poca cosa para la hija de su jefe, a la cual desea.

El rudo capataz

El chulo pendenciero, Buck, que es un canalla e inicia una guerra por no pensar las cosas que hace.

El chico malote

El empleado mexicano (Alfonso Bedoya), que es un humilde cacho de pan.

El humilde secundario

El Mayor, un viejo granuja que se las da de intachable caballero, acostumbrado a que su voz es ley.

El padre de la chica


Rufus Hannassey, el otro viejo guerrero que habla con locuacidad y voz de trueno, invocando a la caballerosidad.

El gran enemigo del padre

La música es, también, parte esencial del encanto del film. Suena briosa a caballo y melosa en el baile de prometida.

Valverde, Texas

Los actores secundarios están soberbios. Burl Ives se llevó el óscar al secundario por su papel de enconado enemigo del Mayor Terrill y Chuck Connors, con su estatura y sus maneras de rufián, hace creíble a Buck. Chuck Connors, además, era un atleta, como demuestra cuando salta del edificio en la peli, no en vano fue uno de los pocos deportistas que jugó en la NBA con los Celtics de Boston y en la liga de Béisbol con los Dodgers de Nueva York y los Cubs de Chicago.

William Wyler y el elenco

Esta peli es un clásico de Hollywood que reúne un drama tipo culebrón ambientada en el rudo oeste y bañada con una melodía magnética.  

Ficha técnica:

Título: "The Big Country" (Horizontes de Grandeza) 

Año, país, duración: 1958, EEUU, 165'

Dirección: William Wyler

Guión: James R. Webb, Sy Bartlett; Robert Wyler;  Jessamin West. Basada en la novela de Donald Hamilton.

Reparto:

Gregory Peck....Jim Mc Kay

Jean Simmons...Julia Maragón

Charlton Heston....Steve Leech

Carroll Baker....Pat Terrill

Charles Bedford...Mayor Henry Terrill

Burl Ives....Rufus Hannasey

Chuck Connors....Buck Hannassey

Alfonso Bedoya....Ramón.



Hasta otra.

Juli Gan

viernes, 22 de abril de 2016

Julieta

Título Julieta
Año 2016
Duración 96 min.
País España
Director Pedro Almodóvar
Guión Pedro Almodóvar
Relatos Alice Munro
Música Alberto Iglesias
Fotografía Jean-Claude Larrieu
Productora El Deseo

Reparto
Emma Suárez, Adriana Ugarte, Daniel Grao, Inma Cuesta, Darío Grandinetti, Rossy de Palma, Michelle Jenner, Pilar Castro, Susi Sánchez, Joaquín Notario, Nathalie Poza, Mariam Bachir, Blanca Parés, Priscilla Delgado, Sara Jiménez, Tomás del Estal, Agustín Almodóvar, Bimba Bosé


Sinopsis
Cuando Julieta está a punto de abandonar Madrid para irse a vivir a Portugal, se encuentra por casualidad con Bea, una antigua amiga de su hija Antía, de la que no sabe nada desde hace años. Bea le cuenta que vio a Antía en el lago Como, en Italia, y que tiene 3 hijos. Aturdida por la noticia, Julieta cancela su viaje a Portugal, y decide escribir sobre su hija, desde el día en que conoció a su padre durante un viaje en tren.


El universo femenino de Pedro Almodóvar parece no tener límites y con cada película logra sorprendernos, algo con lo que muchos estamos encantados. Una vez más los personajes masculinos quedan relegados a un segundo plano.

Se trata de la película número 20 del manchego, con la que parece haber puesto de acuerdo a crítica y público. Se dice que, en cuanto a la recaudación en taquilla, es su peor estreno. Esto no sé a qué se deberá pero desde luego Julieta será una de las obras más recordadas del director.


Es el propio Almodóvar el que escribe sus propios guiones sin embargo al igual que hiciera anteriormente con Carne trémula (1997) o La piel que habito (2011), Julieta nace de la adaptación de tres relatos de la Premio Nobel Alice Munro titulados "Destino", "Pronto" y "Silencio”. Éste último había sido la primera propuesta para el título, pero por esas coincidencias que a veces ocurren se decidió cambiarlo para que no llevara a equivocaciones con la nueva película de Martin Scorsese que se estrenará este mismo año bajo ese título.

Sin embargo, la palabra “silencio” define muy bien el argumento de Julieta. En ella hay silencio, o mejor dicho el silencio está presente en la vida de la protagonista. Dan vida a Julieta a lo largo de su vida dos actrices de diferentes edades: Emma Suárez y Adriana Ugarte.


Emma Suárez es la Julieta de hoy, la Julieta madura que en un momento dado decide romper su silencio y mediante un escrito dirigido a su hija Antía, de la que hace años que no sabe nada, se propone contarle su pasado. Mediante flash backs vemos ese pasado en donde el personaje en su juventud es ahora interpretado por Adriana Ugarte. Es imposible no comparar el trabajo de ambas actrices. Está claro que la trayectoria y la experiencia de Emma se mucho más amplia que a la de Adriana y aunque ambas hacen un buen trabajo, Emma me ha gustado especialmente.

Entre los secundarios, un montón de rostros conocidos y algunos ya habituales en el cine de Almodóvar como Rossy de Palma o su hermano Agustín Almodóvar. Otros son Daniel Grao, Inma Cuesta, Darío Grandinetti, Michelle Jenner o Nathalie Poza.



Una de las cosas que más me llama la atención del cine de Almodóvar es el intenso colorido (sobretodo rojos y azules) que siempre inundan el ambiente tanto en los decorados como en el vestuario de los actores.

Otro clásico del manchego es el compositor Alberto Iglesias sin embargo esta vez la banda sonora de Julieta no me ha parecido de las mejores. Destaca la canción “Si no te vas” interpretada por Chavela Vargas, que te deja clavada en la butaca del cine.



Julieta compite en la sección oficial de largometrajes en el próximo Festival de Cannes que tendrá lugar del 11 al 22 de mayo.

Julieta será considerada una de las mejores películas de Pedro Almodóvar, sin duda. Una historia de mujeres, de dolor, de culpa, de pérdida pero sobre todo de silencio.



viernes, 15 de abril de 2016

Mi nombre es Bourne, Jason Bourne

La saga Bourne

Vayan por delante unos pocos datos, por si alguien no conoce esta saga, que lo dudo.
Se compone, por el momento, de cuatro títulos:

La franquicia Bourne
Todo empezó con las novelas del norteamericano Robert Ludlum (1927-2001), escritor prolífico donde los hubiera, pues llegó a publicar 27 thrillers en 40 países y 33 lenguas diferentes. Se calcula que las tiradas de sus libros oscilan entre los 290 y los 500 millones de ejemplares. Y eso solo si nos referimos a lo que publicó como Robert Ludlum, porque también utilizó los seudónimos Jonathan Ryder y Michael Shepherd.
Las novelas de Ludlum suelen estar protagonizadas por un héroe que lucha contra malvados y poderosísimos enemigos (corporaciones globales, oscuras fuerzas militares, intrigantes agencias gubernamentales) que no dudan en utilizar todos los mecanismos políticos y económicos a su alcance para extender el imperio del mal.
A menudo se inspiran en teorías conspiratorias para recrear episodios tanto históricos como contemporáneos. Así, por ejemplo, en El pacto de Holcroft y El círculo Matarese los terroristas no son bandas aisladas de fanáticos extremistas, sino mercenarios al servicio de gobiernos o instituciones privadas que pretenden así afianzar su autoridad.

Las pelis Bourne
La primera entrega de la saga, (“The Bourne Identity” (2002); en español,“El caso Bourne”), fue dirigida por Doug Liman; Paul Greengrass participó en el guion. Greengrass dirigió la segunda y la tercera, pero fue retirado del proyecto de la cuarta y por eso se apartó Damon también. Así, se pensó en un film con otro actor y otro director. El director no fue tan otro, porque resultó ser Tony Gilroy,  que había sido guionista en entregas anteriores y en esta cuarta también.
La cuarta entrega, El legado de Bourne, no es exactamente una “precuela”, aunque así la definió Damon en una entrevista. Tampoco es un “reboot”. Digamos que las tres anteriores películas son el detonante de lo que sucede en esta cuarta, en la que Jason Bourne es una mera referencia, pero no está desaparecido, sino presente en otro plano paralelo de la narración.
El actor sí que fue bastante otro: se trató del desconocido Jeremy Renner, que interpretó al superagente Aaron Cross. No diría yo que la elección de Cross fue un acierto de casting. Sí lo fue, en cambio, la de Rachel Weisz como “chica Bourne”, a la altura de la anterior, la estupenda Franka Potente.
En 1988 la factoría Bourne produjo también una miniserie, “The Bourne Identity”, interpretada por los televisivos Richard Chamberlain y Jaclyn Smith.

La quinta entrega Bourne
En julio de 2016 se estrenará el quinto de los filmes de la saga, todavía sin título. La novedad es que vuelve como protagonista Matt Damon y como director Paul Greengrass. Parece ser que el argumento enlaza directamente con el final de “El ultimátum”, obviando por completo “El legado”. Aunque en un principio se publicó que Jeremy Renner volvería a interpretar a Aaron Cross, al final se lo han guardado para un sexto film.También se frustró el fichaje de Viggo Mortensen como antagonista.
En el reparto definitivo están finalmente de nuevo Julia Stiles y se incorporan Alicia Vikander como “chica Bourne”, Tommy Lee Jones como jefazo de la CIA y Vincent Cassel como malo malísimo.
Esta quinta entrega tendrá como escenarios Londres, el barrio berlinés de Kreuzberg,  los Constitution Gardens de Washington DC, Grecia y Las Vegas.

Qué me gusta y qué no me gusta de la saga Bourne
Creo que lo que más me gusta son los escenarios internacionales, sobre todo los europeos. Me encanta que Bourne hable absolutamente todas las lenguas: cuando decida abandonar el espionaje de élite, puede trabajar la diversidad lingüística en las instituciones europeas.
Me gusta que las acompañantes de Bourne no sean simples gatitas sexy; me gusta que den patadas y sean antipáticas, que su papel no se reduzca a la historia de amor con el héroe.
No me gustan las peleas y persecuciones interminables; siempre he preferido las escenas  rápidas, sencillas y limpias; que se entienda lo que sucede, que la velocidad y la elipsis no enmascaren una chapucilla del guion.

El resto de la filmografía de Ludlum
Ya os he hablado de las pelis de Bourne con y sin Damon y de la miniserie de Richard Chamberlain, pero, además,  Ludlum produjo literatura que fue llevada a la pantalla grande y a la pequeña en bastantes más ocasiones. Os dejo, como despedida, la lista, para que la disftutéis:
·         1977 – The Rhinemann Exchange, miniserie con Stephen Collins y Lauren Hutton
·         1983 – The Osterman Weekend, film protagonizado por Rutger Hauer y dirigido por Sam Peckinpah
·         1985 – The Holcroft Covenant, film con Michael Caine
·         1997 – The Apocalypse Watch, miniserie con Patrick Bergin
·         2006 – Covert One: The Hades Factor, miniserie con Stephen Dorff
·         2010 – El director Marc Forster compra los derechos de The Chancellor Manuscript  para convertirla novela en una peli protagonizada y dirigida por Leonardo DiCaprio 

Y esto es todo, amigas. Esperando que os haya gustado esta entrada, se despide hasta la próxima
     Noemí Pastor

viernes, 8 de abril de 2016

KIKI,EL AMOR SE HACE




Ardía en deseos de ver lo último de Paco León,porque si bien es cierto, que como actor,a mí particularmente nunca me dijo mucho,desde que dió salto a la dirección,su estilo me ha parecido una bocanada de aire fresco en el cine español.
No es nada nueva la necesidad de comedias con muyúsculas,desinhidas y divertidas,y ya sabemos,que en el cine,a menudo es más dificil hacer reír que llorar.
Y Paco León,con "Kiki,el amor se hace",un remake de la cinta australiana ‘The Little Death’ lo consigue,otra vez.
En una película donde se mezclan varias historias que si se cruzan es de refilón, sus personajes desnudan sus filias sexuales,para dejar al descubierto sus inseguridades y voilà somos capaces de destornillarnos de risa,incluso cuando la comedia cabalga sobre las dificultades para integrar plenamente su peculiar sexualidad.




Así tenemos algunas filias como : Dacrifilia, Elifilia, Somnofilia y Harpaxofilia, o poliamor entre otras.
Y nos consta hay muchas más,porque no olvidemos que la realidad siempre supera a la ficción, y aquí en un ejercicio desenfadado, Paco León nos muestra unos personajes en conflicto,enfrentados a sus miedos,su inseguridad,su falta de aprobación social,cuya redención, intuyen pasa solamente por la autoaceptación y la autorealización .

Parece fácil, pero en la práctica no lo es.La película que está ambientada en Madrid,en concreto fué rodada el verano del 2015,no pasa por alto,la oportunidad de cuestionar una sociedad que va de moderna y en realidad no lo es,atrapada en prejuicios y tabúes,donde la sexualidad sigue siendo un tema espinoso y las fantasías,un enigma personalísimo que a tod@s nos cuesta compartir e integrar.



Y si nos gusta tanto esta comedia (en la sala,tod@s nos lo pasamos fenomenal) es porque estamos ante una película vital,optimista,fresca y luminosa de principio a fin.Una película que alejada de la uniformidad,celebra la diversidad,y que es pedagógica y educativa,incluso sin ser su pretensión.


Me parece que Paco León con Kiki,el amor se hace (2016) se confirma, tras "Carmina o revienta (2012) y Carmina y Amén (2014) como un director a valorar,alguien que por momentos puede recordar al Almodovar más espontáneo y subversivo,pero que desde luego,tiene sus propios signos de identidad.

De nuevo,nos vuelve a deleitar con algunas secuencias a cámara lenta,una banda sonora más que estimulante y un reparto donde encontramos caras nuevas y otras mucho más consagradas en el cine español.









Quiero destacar sobre todo a Candela Peña ,que además de guapísima (mujer de raza,aquí interpretando a la gitana Candelaria),nos deja un ejercicio de interpretación honesto y creible 100%, pero es que la recién premiada ,Natalia de Molina, está espléndida,así como Luis Bermejo (magnífico actor,con sus magníficos registros para el drama como ya pudimos comprobar en Magical Girl ) y Alexandra Jimenez,que ya sabemos tiene un don natural para la comedia.



Pero si hay una actriz,que aquí sin ser debutante la sentimos como una gran revelación, (al estilo de Yolanda Ramos en Carmina y Amén), es Belén Cuesta,que interpreta a una mujer cándida y deshinbida,sin etiquetas en su orientación social (no sabemos si es lesbiana,bisexual,pansexual) y que se encariña enseguida de las personas,y al parecer, siempre despierta un torrente de acontecimientos a partir de un simple "pico".


En definitiva, una película desinhibida y erótico-festiva,que algun@s tildarán de light o facilona,y que sin embargo,en un panorama desolador de comedias que vengan a ofrecer algo interesante y  NUEVO,resulta un balón de oxígeno, de ésos que con una banda sonora de lo más fresca y original,despiertan durante todo el metraje,la sonrisa del espectad@r.
 
Féliz fin de semana,zinéfil@s,

Troyana



miércoles, 6 de abril de 2016

El tercer hombre o la alargada sombra del genio



Según cuenta Graham Greene en sus memorias (“Vías de escape”) la única intención que tenían él, como guionista, y Carol Reed, como director, cuando gestaron “El tercer hombre” (1949)  fue “entretenerlo (al público), asustarlo un poco, incluso hacerle reír”.

Partiendo de tan modestas intenciones, lograron una obra maestra. ¿Cómo lo consiguieron? Evidentemente, por la confluencia de diversos factores.

En primer lugar de un gran guion, cuyo embrión fue redactado por Graham Greene, en el reverso de un sobre, mucho antes de que el productor Alexander Korda le pidiera el guion para una película. Greene había escrito un simple párrafo, con la idea de desarrollarlo, quizás, en un futuro: “Me había despedido para siempre de Harry una semana antes, cuando su ataúd descendió en la helada tierra de febrero, de manera que no di crédito a mis ojos cuando le vi pasar, sin el menor indicio de que me reconociera, entre la multitud de extraños del Strand”.

Korda deseaba una película sobre la ocupación de Viena tras la Segunda Guerra Mundial por las cuatro potencias aliadas: Rusia, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Respetando ese escenario, no tenía inconveniente en que Greene desarrollara la historia de Harry.

Pero Greene tenía su particular modo de trabajar: “Siempre me ha sido imposible escribir un guion cinematográfico sin antes escribir un relato. Una película depende de algo más que el argumento: depende de un determinado grado de caracterización, del estado de ánimo y la atmósfera… imposibles de obtener en la neutra taquigrafía de un guion convencional…”

Por ello, aunque sin intención de publicarla, Greene escribió una novela; y sobre esa base, él y Carol Reed trabajaron intensamente para convertirla en el guion. Sobre ese proceso de transformación Greene dijo: “Nadie participó de aquellas reuniones (de autor y director)… El lector descubrirá muchas diferencias entre el relato y el film, y no debe imaginar que tales cambios fueron impuestos a un autor reticente: créase o no, fue el autor mismo quien los sugirió. A decir verdad, la película es mejor que el relato, porque en este caso es la versión final del relato”

Curiosamente, las palabras del escritor destilan un cierto tono reivindicativo, incluso defensivo, que quizás se entienda mejor después de hablar de otro de los pilares sobre los que se sustentó el éxito de El tercer hombre: el reparto.

El norteamericano Joseph Cotten, tan gran actor siempre, fue el perfecto Holly Martins, el mediocre  escritor que acude a Viena llamado por su amigo Harry Lime, y al llegar a la ciudad se encuentra, sucesivamente, que Harry ha muerto, que era un estraperlista involucrado en el más infame tráfico y, tras enamorarse de Anna, la amante de Harry, que Harry vive y él ha de decir si mantener, o no, su lealtad al amigo de la infancia.
Magníficas fueron también las interpretaciones de la italiana Alida Valli, como Anna Smichdt, y, especialmente, del británico Trevor Howard, como el mayor Calloway, al que Graham Greene dedicó el mayor elogio posible: “… el coronel Calloway... siempre posee ahora en mi mente los rasgos de Trevor Howard”.

Sin embargo, a pesar de la brillantez de los actores mencionados, "El tercer hombre" está ligado, por encima de cualquier otro, al nombre de quien aparece poco más de diez minutos en pantalla: Orson Welles. El que la mayoría del público, y muchos críticos, consideraran a Welles como el artífice fundamental del éxito de la película, y no sólo como actor, fue seguramente lo que obligó a Greene a reivindicar su trabajo y el de Reed.

En cuanto a su actuación es, sin duda, magnífica; consigue que el Harry cinematográfico sea mucho más atractivo, en su  ambigüedad moral, que el literario, más plano en su maldad.  Cínico pero encantador, despiadado pero simpático, Harry Lime es para siempre Orson Welles.

Pero ¿hasta dónde llegó la influencia de Welles en otros aspectos? ¿Fue realmente tanta y tan importante? El mismo Welles contribuyó a la polémica; por ejemplo, en una entrevista que André Bazin (uno de los fundadores de Cahiers du Cinéma) le realizó en París el 27 de junio de 1958 (está entrevista figura íntegra en el libro que Bazin le dedicó a Orson Welles):

            —Pensamos que hay algunas secuencias (de El tercer hombre) que ha dirigido usted completamente, por ejemplo, aquella delante de la Gran Rueda.

            —Dirigir es una palabra que debo explicar. Todo el problema estriba en saber quién va a tomar la iniciativa. Primero, no quiero dar la impresión de ocupar el puesto de Carol Reed; segundo, es, sin lugar a dudas, un director muy competente; tercero, nos parecemos en lo siguiente: si algo se produce en el plato, si alguien hace un descubrimiento, Reed opta por eclipsarse ante el autor de esta nueva idea; le entusiasma ver que algo se está creando y no pone el más mínimo obstáculo a ello como demasiados realizadores mediocres suelen hacer. Pero es delicado hablar de este filme: he sido muy discreto y me molesta ahora… Todo lo que puedo decirles es que he escrito enteramente el papel de Harry Lime. No soy el autor del gag del cucú: lo he tomado de una pieza húngara.

            —Hay tan gran parentesco entre Harry y sus otros personajes…

            —Como les he dicho, he escrito todo lo referente a ese personaje, lo he creado totalmente: era más que un simple papel para mí. Harry Lime forma evidentemente parte de mi obra…

Lo cierto es que Welles no escribió "todo" lo referente al personaje de Harry Lime. Es cierto que a él se debe el famosísimo párrafo del cuco, con el que Harry Lime pone al descubierto su implacable cinismo: “En Italia, en 30 años de dominación de los Borgia hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo amor y fraternidad, 500 años de democracia y paz y ¿que tenemos? El reloj de cuco. ”

Pero el resto de la secuencia de la Rueda de la Fortuna del Prater, clímax de la película, ya estaba en el relato de Greene. Y el cinismo de Harry ya se mostraba descarnado en estas palabras, originales de Greene, que Harry le dirige a Holly en la cabina de la noria:

“Mira ahí abajo –prosiguió señalando a través de la ventana a la gente que se movía como moscas negras en la base de la noria. ¿De verdad podrías sentir lástima si una de esas manchas dejara de moverse para siempre? Hombre, si te dijera que podías conseguir veinte mil libras por cada mancha que se detuviera, ¿de verdad me dirías que me quedara con mi dinero, sin una vacilación? ¿O calcularías de cuántas manchas podías prescindir sin problemas? Libres de impuestos, oye. Libres de impuestos.

–¿Cuánto ganas al año con tus novelas del Oeste?

–Mil.

–Antes de los impuestos. Yo gano treinta mil netas. Es la moda. Hombre, en estos tiempos nadie piensa en los seres humanos. Si no lo hacen los gobiernos, ¿por qué vamos a hacerlo nosotros? Hablan del pueblo y del proletariado y yo hablo de primos. Es lo mismo. Ellos tienen sus planes quinquenales y yo también.”




El que Greene, siempre sometido a dolorosas dudas sobre la calidad de su trabajo, estaba  furioso con la actitud de Orson Welles se evidencia en que en el prólogo de El tercer hombre, cuando finalmente permitió que se publicara la novela, hacía la siguiente breve mención "Incidentalmente, las populares líneas sobre los relojes de cucó fueron escritas por Mister Welles mismo”. Sin embargo este escueto reconocimiento desapareció ya en 1980, cuando publicó “Vías de escape”, a pesar de que estas memorias recogen y amplían el prólogo mencionado. Para entonces Greene ya debía de estar muy harto de que se le atribuyeran los méritos de su creación a Orson Welles.

La realidad es que Greene fue un gran escritor, con especial talento para tratar sobre los más terribles conflictos morales, como el que tiene que afrontar Holly Martins. Pero también es cierto que Orson Welles fue un genio de personalidad arrolladora cuya sombra tendía a oscurecer a los que trabajaban con él.

Quizás, intentando ser justos con ambos, podría decirse que Greene modelo la arcilla que dio forma de Harry Lime, en la que ya estaba la esencia del personaje, y Welles, asumiendo el papel de Demiurgo que tanto le gustaba, le insufló vida: la cínica sonrisa que aparece en el rostro de Harry, iluminado entre sombras, en su primera aparición; sus dedos retorcidos aferrándose a la vida; el gesto, apenas perceptible, con el que alienta a Holly para que culmine su traición… Porque hasta el final, Harry Lime, como Orson Welles en la vida real,  quiere manejarlo todo.

Y en cuanto a las evidentes influencias que se pueden rastrear en El tercer hombre del Welles director: la utilización de la profundidad de fondo (Harry acercándose en El Prater a Holly; Anna caminando por el cementerio…), del juego de luces y sombras, de los ángulos bajos de la cámara… Es verdad que todo está ya en Ciudadano Kane… Pero también lo es que Orson Welles debía mucho de sus logros a su admirados John Ford  (de quien, antes de rodar Ciudadano Kane, había visto 45 veces en un mes La diligencia) y Jean Renoir (ambos pioneros en utilizar la composición en profundidad y los planos secuencia), así como al expresionismo alemán en el uso de luces y sombras y en la utilización de violentos encuadres inclinados.

Pero también es innegable la influencia del Neorrealismo italiano y, a través de éste, del  naturalismo del cine francés de entreguerras. El impacto que había causado el estreno en 1945 de Roma, ciudad abierta, de Rossellini, se palpa en la película de Carol Reed.
Porque ese fue el gran talento de Reed, secundado por Robert Krasker, excelente director de fotografía: recoger y amoldar a sus intereses las innovaciones cinematográficas que se habían sucedido desde la Primera Guerra Mundial para dotar a su película de verdadera originalidad. Incluso tuvo el acierto, y la capacidad, de aligerar la dureza de la historia con algún momento de genuino "humor inglés" a cargo de Holly y Mr. Crabbin (gran actuación de Wilfrid Hyde-White), el encargado de las Relaciones Culturales Británicas, que confunde a Holly con un escritor de culto.

Y de Reed fue también el mérito del final impecable que impuso contra los deseos de Greene, que había finalizado el relato original de una manera mucho más débil y ambigua porque  “…temía que pocas personas permanecerían en sus butacas durante la larga secuencia en que la muchacha va desde el borde de la tumba hacia Holly… Yo no había otorgado suficiente crédito a la destreza de Reed como director y en esta etapa, por supuesto ninguno de los dos preveía que él habría de descubrir a Anton Karas, el citarista.”

Ese fue otro de los grandes méritos de Reed: la elección de la banda sonora. Apostó por un citarista totalmente desconocido al que casualmente había escuchado en una taberna vienesa, Anton Karas, músico pobre que se había especializado en la cítara porque, aunque hubiera deseado tocar el órgano, sólo pudo acceder a una cítara encontrada en un desván familiar. La melodía, cadenciosa y muy pegadiza, se convirtió en otro de los grandes protagonistas de la película.



Casi 70 años después de su estreno, Anton Karas, con su música inolvidable, cual moderno flautista de Hamelín, nos sigue llamando una y otra vez a ver la película, con la seguridad de que cada vez la disfrutaremos más y apreciaremos nuevos logros de los muchos que, de una u otra manera, la convirtieron en una obra maestra.


Yolanda Noir