viernes, 27 de mayo de 2016

Balada triste de trompeta

Este artículo es un 'remake' de otro anteriormente publicado en Boquitas Pintadas.

Balada triste de trompeta. Dirección y guión: Álex de la Iglesia. Interpretación: Carlos Areces (Javier), Carolina Bang (Natalia), Antonio de la Torre (Sergio), Manuel Tallafé (Ramiro), Fernando Guillén Cuervo (capitán miliciano), Enrique Villén (Andrés), Santiago Segura (padre del payaso triste), Sancho Gracia (coronel Salcedo), Juan Luis Galiardo (Ring Master), Manuel Tejada (jefe de pista), Gracia Olayo (Sonsoles). Producción: Gerado Herrero y Mariela Besuievsky. Música: Roque Baños. Fotografía: Kiko de la Rica. Montaje: Alejandro Lázaro. Diseño de producción: Eduardo Hidalgo. Vestuario: Paco Delgado.
  
Hola. Os explicaré el film en seis puntos, porque le pega todo a esta peli un comentario disperso y descosido como ella misma:

1.- Los títulos de crédito
Con los iniciales ya me tenía atrapada Álex de la Iglesia. Bueno, es que a mí se me atrapa fácil: me mezclas unas secuencias de "Los payasos de la tele" con primeros planos en blanco y negro de señores de los años setenta y ya me tienes rendida. Extravagancias aparte, los títulos son un perfecto resumen de mi vida político-televisiva anterior a los quince años.
Y en los finales sale "La casa del reloj". No hace falta decir más. Bueno, sí, que Álex de la Iglesia y yo parece que tuvimos la misma infancia, que a veces creo que nadie se acuerda de "La casa del reloj" o de los tebeos de Pumby y resulta que sí, que se acuerda él. Se acuerda él y la Wikipedia, claro. ¡Dios la bendiga! ¿Se acordará también de "Jardilín"?

2.- El homenaje a Spielberg
Nada más empezar la peli, el enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre tropas republicanas y nacionales nos trae sin remedio a la cabeza el desembarco de Normandía de "Salvar al soldado Ryan", con combatiente desmembrado y todo, para que no falte de ná.
Le tengo leído a De la Iglesia que es rendido admirador de Spielberg. Bueno, ¿y quién no?

3.- El homenaje a la tele
Aparte del de los títulos de crédito, el televisor está encendido en muchas escenas de Balada triste y lo que la tele cuenta corre paralelo a lo que narra el propio film, cuando no se encarga de acelerar la acción principal. Además, qué montones de actores ha rescatado De la Iglesia de la tele. Empezando por Luis Varela, que ya brilló en Crimen ferpecto, y siguiendo con el gran Fofito, Juana Cordero y otros sacados de Vaya semanita o El comisario.
También le tengo leído a De la Iglesia que él pudo conocer los clásicos del cine a través de la tele. Claro, como yo. Y cuando hablo de esto siempre añado que en el cine de mi barrio ponían pelis de Manolo Escobar, no "El acorazado Potemkim".

4.- El payaso tonto
Y, además de tonto, violento, chularras, tiránico, desequilibrado y un perfecto cabrón. De lo más terrorífico que he visto en el cine y a la par de algunos de los tipejos de "House of Cards". Es la mejor interpretación de la peli, con diferencia, a cargo de Antonio de la Torre, que tiene también las mejores líneas de diálogo.

5.- El guion sin tilde y descosido
A partir de cierto punto, el guion de "Balada triste" se descose, se dispersa, se desperdiga y se desparrama, lo cual es una pena, porque un poquito de contención habría mejorado la historia, que ya tiene suficiente delirio. Mira, en El día de la bestia esa contención, ese encauzamiento del que hablo, se consigue. Y en "Las brujas de Zugarramurdi", también.

6.- El homenaje a sí mismo
Acabar en las alturas, como en El día de la bestia y La comunidad, es un homenaje que se hace De la Iglesia a sí mismo, porque él lo vale, y a mí me parece bien. También he creído ver que el tutú ensangrentado de Carolina Bang homenajeaba al vestido de novia hecho jirones de Frédérique Feder en Acción mutante.
Y me sigue pareciendo bien. Cuando te homenajeas a ti mismo es que has llegado. Enhorabuena, Álex.

Noemí Pastor

viernes, 20 de mayo de 2016

El Olivo




El miércoles pasado,durante la fiesta del cine,vi la última película de Icíar Bollain: "El Olivo"(2016).
Interpretada por Anna Castillo,Javier Gutierrez y Pep Ambros,"El Olivo" cuenta con un guión de Paul Laverty,fotografía de Sergi Gallardo y música de Pascal Gaigne.


Al parecer,el guionista se inspiró en una historia real para darnos a conocer "El Olivo" y a Alma (Anna Castillo),una joven de 20 años que adora a su abuelo,el cual lleva años sin hablar. En el momento en el que el anciano se niega a comer,Alma se decide a recuperar el olivo milenario que la familia vendió sin su consentimiento.


Así comienza una busqueda casi quijotesca,para salvar a su abuelo, pero no lo hará sola,cuenta con el apoyo de su tío,que está atravesando una fuerte crisis matrimonial y económica y con su amigo Rafa,que está secretamente enamorado de ella.


El primer paso entonces será localizar al comprador del Olivo y a partir de ahí,lanzarse a la aventura de recuperarlo.

pero ¿cómo surge la idea de hacer esta película?
(transcribo de una entrevista a Icíar Bollain)

"Todo empezó hace unos años,cuando el guionista Paul Laverty vio una noticia en la contra de un periódico en la que se contaba la historia de uno de estos olivos milenarios. A Paul le llamó la atención primero que existieran estos árboles tan antiguos y segundo la idea de que algo que forma parte de nuestro patrimonio y que lleva cerca de 2000 años n un lugar de repente se convirtiese en mero objeto que ,por caprichos de la moda,se arrancaba y se vendía para ponerlo en jardines particulares o empresas internacionales. Era una idea estupenda para contar todo el expolio que se ha vivido en España con el boom inmobiliario"


Por ello, El Olivo,es un drama pero contiene un fuerte mensaje positivo. Tiene como trasfondo la crisis económica pero hay un MENSAJE DE ESPERANZA y se ensalza la importancia de LOS LAZOS NATURALES que se están perdiendo.

Es por ello, tal vez que esta historia aparentemente tan sencilla nos llega al alma a todos,porque vemos derrumbarse una sociedad que se desprende de sus rasgos de identidad,a cambio de un valor económico,empujada al desastre por una crisis que ha sido un verdadero saqueo para el ciudadano de a pie.

Todo lo importante,la raiz,la familia,los amigos,la tierra,está presente en el Olivo para recordarnos que el origen es nuestra razón de ser,que ahí fuera,vayas donde vayas,no eres nadie,si no eres provinciano,que nuestra cultura,sea la que sea,está plagada de símbolos,que están ligados profundamente a nuestras emociones y que hay cosas que evintemente no puede comprar el dinero.



Pero además,el Olivo es también un canto a la insubordinación,al inconformismo.
Ante un capitalismo en el que todo vale,todo se comercia y se mercantiliza,vemos el vacío y la desolación del abuelo, que se ha desconectado de un mundo que da la espalda a todo lo que en su día dío sentido a su vida. Por eso,el personaje de la nieta, Alma,es una heroína de las que no se rinde,con la espontaneidad y la improvisación propia de los veinte años,salta sin red a la causa de recuperar la memoria de su abuelo y se propone traer de vuelta ese olivo testigo mudo de todas sus vidas.



El Olivo es también una denuncia a cómo estamos tratando el medio ambiente y el paisaje en el que crecemos,que de algún modo,somos nosotros mismos.
Hemos enladrillado las costas,hemos vendido las tierras,hemos permitido que se especulara hasta límites insospechados, y ¿qué dejaremos a las generaciones venideras?¿qué va quedando del paisaje que nos vió crecer?


Esta crisis nos ha empujado a despojarnos de todo lo que somos,por sobrevivir,nos hemos visto obligados a vender lo que somos,a dejar en manos ajenas aquello que durante tantos años estuvimos cuidando,renuncia tras renuncia,cada vez va quedando menos de aquello que configuró el paisaje de nuestra infancia.

Quiero hacer una mención especial a Manuel Cucala,que interpreta al yayo (en valenciano, abuelo)porque este hombre al parecer no es actor,y nos deja un personaje tan veraz y tan honesto,que sólo de persarlo,me vuelve a llenar de emoción.


Me llega El Olivo, no sólo porque esté rodada en algunos pueblos de Castellón( ya sabeis lo que pasa cuando veis vuestra tierra o sus proximidades,como escenario en cualquier película),es Castellón,como podría ser cualquier otra parte de España, y es Manuel,como podría ser cualquier  abuelo nuestro,pero es que además Manuel Cucala en su vida real,al parecer tiene bastantes cosas en común con su personaje, es un hombre alegre y también tiene un olivo con el que mantiene un vínculo significativo. Todo en este personaje rezuma verdad.


Espero que el Olivo reciba todo el reconocimiento que merece en los próximos Goyas y quisiera destacar también el gran trabajo que nos deja Javier Gutierrez en el papel de Alcachofa y de Anna Castillo en el papel de Alma,porque es una joven auténtica,macarra y emotiva,sensible y tosca,pero con unos valores y unos ideales,que bien puede servir de referente para muchos otros jóvenes que vean la película.


Feliz fin de semana zinéfil@s

Troyana


viernes, 13 de mayo de 2016

La carta o las paradojas de la censura




"La carta" (1940), de William Wyler, tiene uno de los más impactantes inicios del cine negro (quizás sólo igualado en intensidad por el de "Los sobornados", de Fritz Lang): bajo una esplendorosa luna llena, la cámara se mueve en un lento plano-secuencia que va mostrando imágenes nocturnas de una plantación de caucho... De repente, se oye un disparo y un hombre sale tambaleándose de un bungalow; detrás de él, una mujer, Bette Davis, dispara, una y otra vez, hasta vaciar el cargador de un revolver sobre el cuerpo inerte del hombre.

La publicidad de la época decía que Bette Davis musitaba mientras disparaba: "Mío o de nadie". Lo cierto es que esa frase no se oye realmente en la película, pero también es cierto que ese podría ser el más conciso resumen del drama pasional que relata esta película, la segunda, tras "Jezabel" (1938), y antes de "La loba" (1941), de las tres que Wyler y Davis hicieron juntos.

Quizás "La carta" no sea la mejor de esas tres películas, porque "Jezabel", como "la otra" gran película del Sur (tras "Lo que el viento se llevó), y “La loba”, que contó con la ventaja de tener como operador a Gregg Toland (uno de los mejores directores de fotografía que han existido y el que enseñó a Orson Welles, en “Ciudadano Kane”, a iluminar una escena) son dos rivales demasiado fuertes; pero, aun así, es una magnífica película, vehículo perfecto para que Bette Davis pudiera interpretar magistralmente a uno de los personajes femeninos más perversos del cine negro.

“La carta” se basa en un relato del escritor británico William Somerset Maugham (publicado en 1924 en una colección de relatos titulada “The Casuarina Tree”). Aunque Maugham ya no es un autor de moda (y es una lástima) sigue siendo todavía un buen filón para excelentes adaptaciones cinematográficas, como demuestra el que, en los últimos años, “El misterio de la villa” (2000), de Philip Haas, “Conociendo a Julia” (2004), de Istvan Szabo y “El velo pintado” (2006), de John Curran, se hayan basado en sus obras.

La narración original, inspirada en unos hechos reales ocurridos en Malasia en 1911, dio lugar a una obra de teatro y a una primera versión cinematográfica que tuvieron ya mucho éxito. Se trata de un muy buen relato corto, que cuenta, con el estilo elegante y preciso de Maugham, cómo la aparición de una carta muy comprometedora pone en entredicho la versión exculpatoria de la mujer de un plantador de caucho sobre los motivos que le habían llevado a matar a un hombre.
No es extraño que Wyler, capaz de realizar películas muy comerciales pero de gran calidad (“La carta" tuvo siete candidaturas al Óscar, pero no se llevó ninguno porque tuvo la mala suerte de competir con “Rebeca”), supiera sacar tan buen partido de la historia de Maugham. Ciertamente, aunque siempre se destaca la pericia técnica de Wyler en la utilización de los planos-secuencia que reducen los cortes y aumentan el realismo de la acción, también destacó por su inteligencia en la elección de historias y de actores, ya que consideraba que estos eran la verdadera alma de una película. Por eso fue tan buen director de actores y por eso consiguió formar con Bette Davis un gran equipo en las películas que rodaron juntos, aunque sus diferencias en “La loba” supondrían que ya no volviesen a colaborar.

Bette, precisamente, había iniciado su camino de gran estrella, especializada en interpretar a mujeres de mucho carácter, con otra adaptación de una obra de Maugham, “Cautivo del Deseo” (1934), que protagonizó junto a Leslie Howard. Pero tras conseguir su primer Óscar en 1935 por "Peligrosa", la Davis, que derrochaba carácter también en la vida real, se enfrentó a la Warner y llegó a exiliarse en Inglaterra. Finalmente, tuvo que volver a Estados Unidos, muy endeudada, y seguir trabajando con la Warner, momento en el que inició su colaboración con Wyler (y gracias a “Jezabel” consiguió su segundo Óscar).

En “La carta”, una de las muchas grandes actuaciones de la Davis, ésta logró dotar al personaje de Leslie Crosbie, la aparentemente correctísima británica de edad media, clase media, y afición por el ganchillo, de una salvaje pasión enterrada bajo un frio manto de autodominio y convenciones sociales. Convenciones sociales que se manifiestan, por ejemplo, en la actuación de Leslie como perfecta anfitriona a pesar de que poco antes ha matado a un hombre.

El guion de la película, obra de Howard E. Koch, va mucho más allá del relato original, más realistamente cínico en su cáustico final, y desarrolla una historia en la que el crimen pasional inicial y el chantaje subsiguiente, se complementan con una justiciera venganza que no aparece en la historia de Maugham.

En realidad, como en todas las películas estadounidenses realizadas entre 1934 y 1967, el guion de “La carta” estuvo mediatizado por la censura que, en la forma del denominado Código Hays, controló la producción cinematográfica estadounidense durante muchos años.
Porque la censura no fue, ni mucho menos, sólo "cosa española". En el caso de Estados Unidos, el Código Hays fue un sistema de autocensura que se dieron a sí mismas las grandes compañías cinematográficas con dos objetivos básicos: velar por la imagen del mundo cinematográfico, que había sufrido un fuerte deterioro debido a los numerosos escándalos en los que habían estado implicadas estrellas de cine (el más famoso el de “Fatty” Arbuckle, estrella del cine mudo, acusado en 1921 de un escabroso asesinato) y acallar las voces de importantes sectores sociales que clamaban contra la franqueza con la que se afrontaban en el cine ciertos temas (sexuales, de corrupción política, etc.).

Inicialmente, para controlar las producciones cinematográficas, surgieron en Estados Unidos infinidad de consejos estatales y municipales. Pero esta situación derivaba en altísimos costes para las compañías cinematográficas que debían afrontar cortes del metraje ya producido, o bien realizar varias versiones de la misma cinta para que cada una de ellas se adecuara a los requisitos del consejo censor de la localidad donde fuera a exhibirse.

Ante esta situación las grandes compañías cinematográficas se asociaron en 1922 en la MPPDA (Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América) y nombraron como su primer presidente a William Harrison Hays, un importante líder republicano. Hays pretendía encontrar una alternativa de autocensura que evitara el impacto económico de los cortes y las diferentes versiones y, tras diversos intentos fallidos, consiguió su objetivo gracias a la intervención de los sectores católicos.

En 1930, con el respaldo del cardenal Mundelein de Chicago, el jesuita Daniel Lord presentó a Hays un código, que fue aceptado con entusiasmo por Hays, tanto que dijo “Casi se me salen los ojos cuando lo leí. Esto era exactamente lo que estaba buscando.”

Las restricciones del Código eran tantas que no se cumplió realmente hasta 1934, cuando los grupos de presión católicos amenazaron con boicotear a los estudios que no lo acataran. El Código estuvo vigente hasta que en 1967 la MPPA adoptó el sistema de clasificación por edades.

Como siempre ha pasado con todo tipo de censura, los guionistas y directores con verdadero talento consiguieron crear grandes obras discurriendo por caminos paralelos a los impuestos por las prohibiciones.
En el caso concreto de "La carta", la censura propició la paradoja de que, para cumplir el requisito de que una adúltera y asesina como Leslie Crosbie no saliera indemne de sus crímenes (tal y como ocurría en el relato original), la película recurriera a sumar un nuevo crimen al asesinato inicial (a pesar de que el Código Hays también repudiaba la venganza) y que el chantaje, meramente mercantilista del relato literario, se convirtiese en una verdadera historia de amor de la concubina china (convertida en la película, en beneficio de la decencia, en legitima esposa) hacía su amante o marido.

Y aquí es de señalar la actuación de Gale Sondergaard, norteamericana de ascendencia danesa, como la hierática china, odiada rival de Leslie, que consigue, con un solo cerrar de ojos ante el cadáver del esposo asesinado, mostrar el inmenso dolor que presagia y justifica su venganza.  Gale Sondergaard no hace sombra a Bette Davis; pero sí está a su altura y el duelo entre los dos personajes que interpretan simboliza perfectamente el enfrentamiento entre culturas y razas.
Porque el telón de fondo de la historia es el choque de culturas entre los occidentales y orientales que conviven, sin mezclarse, en aquella Malasia en la que los colonizadores británicos se esforzaban en imponer sus costumbres ("Lástima que el caucho no se de en climas civilizados", dice en la película un camarero).

Y aunque "La carta" es, sin lugar a dudas, Bette Davis, también es cierto que el resto del reparto, además de la Sondergaard, es magnífico. Destaca especialmente James Stephenson que realiza una grandísima interpretación (que le valió una candidatura al Óscar al mejor actor de reparto) como Mr. Joyce, el abogado que, a diferencia del personaje del relato literario, tiene sospechas inmediatas sobre la veracidad de lo que cuenta Leslie Crosbie y que, a pesar de ello, con graves problemas de conciencia profesional, opta por ayudarla, empujado por la compasión hacía el amigo bueno, estúpido y engañado (el Mr. Crosbie muy bien interpretado por Herbert Marshall, actor que un año después volvería a ser el marido de Bette Davis en "La loba").

Mención aparte merece la banda sonora de Max Steiner, contrapunto perfecto de las escenas más dramáticas. El compositor vienés ha pasado a la historia del cine por poner música a más de trescientas películas, por ser premiado con tres Óscar y por ser el primero (en “Lo que el viento se llevó”) en introducir en sus bandas sonoras un "leitmotiv" (un tema musical dedicado a personas o situaciones concretas).

En definitiva, “La carta” puede no ser la mejor película de Wyler, ni de Bette Davis, ni siquiera la mejor de las tres que hicieron juntos, pero es, sin duda, una de las grandes películas del género negro estadounidense en su período clásico.


Yolanda Noir
















viernes, 6 de mayo de 2016

Los siete magníficos

-Aunque tuviéramos armas, sabemos labrar y cuidar la tierra, pero no sabemos matar.
-Pues aprended. O morid.

"Los siete magníficos" John Sturges
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Los habitantes de una pequeña aldea mexicana asisten impotentes a los continuos saqueos que lleva a cabo en su pueblo una numerosa banda de ladrones. Para poner fin a esta situación contratarán a siete pistoleros a sueldo, que aceptarán una mísera recompensa por adiestrar a los campesinos en combate y luchar contra los bandidos.

En efecto, parece el argumento del típico western, pero en realidad es una versión de una peli de samurais dirigida por Akira Kurosawa, quien quedó tan entusiasmado al ver el filme de hoy que le regaló a su director una espada japonesa.

Este hombre fue John Sturges, que ya había rodado otras pelis del oeste como "Duelo de titanes" o "Fort Bravo". La cosa es que el director estaba acostumbrado a trabajar con estrellas como Kirk Douglas, Burt Lancaster o Frank Sinatra, pero en esta ocasión contó con un reparto casi desconocido.

En principio se contempló la idea de que los pistoleros fuesen más veteranos, barajándose el nombre de Spencer Tracy como protagonista, pero fue Yul Bryner quien puso en marcha el proyecto, y se reservó para sí el papel principal. Clark Gable, George Peppard, Stewart Ganger o Glenn Ford fueron considerados para formar parte del grupo, pero al final el casting se compuso por actores menos famosos en aquel entonces.

Porque Steve McQueen había rodado ya algunas películas, pero con papeles secundarios, y lo mismo podía decirse de Charles Bronson o James Coburn, cuyas carreras despegaron sin duda tras participar en "Los siete magníficos". El director los fue reclutando de forma similar a la que se ve en el filme, contando con la supervisión de Yul Bryner, quien se arrepentiría más tarde de haber contratado a Steve McQueen.


Y es que McQueen estaba obsesionado por centrar la atención. Se quejaba continuamente del excesivo protagonismo que tenía el más joven del grupo (y con razón) y en cada escena que compartía con Bryner no paraba de hacer gestos y movimientos como quitarse y ponerse el sombrero con el fin de eclipsar al protagonista.

Esto creó mal ambiente durante el rodaje y el resto de los actores empezó a hacer lo mismo que McQueen, excepto Charles Bronson, que sólo se hablaba con James Coburn (aunque esto no tenía que ver con las movidas del rodaje, simplemente Bronson era así).

Además de lidiar con las niñerías del reparto, Sturges tuvo que adaptar el guión a la censura mexicana.
Y es que la peli se rodó en México y las autoridades exigieron revisar el guión para asegurarse de que no se degradaba en forma alguna al pueblo mexicano. Así, los campesinos viajan a la ciudad en busca de armas y no para contratar pistoleros (cosa de la que les convencería el personaje de Bryner), pues resultaba humillante que los mexicanos tuvieran que pedir ayuda a unos yankis. 
También exigieron que la ropa de los aldeanos estuviese siempre limpia, luciendo durante todo el filme más blanca que una patena, pese a estar trabajando la tierra.

Y todo para que la peli fuera un fracaso. En efecto, hoy en día "Los siete magníficos" es considerada uno de los mejores westerns de la historia y se hicieron tres secuelas, una serie de televisión y recientemente un remake con Denzel Washington como protagonista que se estrenará este año (que Dios nos pille confesados), pero en su día la peli no triunfó en la taquilla americana, salvándose por el enorme éxito que tuvo en Europa, y que motivó sus decepcionantes secuelas.

A parte de lanzar la carrera de sus protagonistas, "Los siete magníficos" cambió el género en cierto modo. Tras ella se rodaron otras pelis protagonizadas por una cuadrilla de pistoleros como "Los profesionales" o "Grupo salvaje" y fue también la semilla que dio pie a los spaghetti western, siempre protagonizados por tipos fuera de la ley, más violentos que las pelis del oeste que se filmaban hasta la fecha.

Seguramente no sea la mejor peli del oeste, pero sí una de las más entretenidas. Cuenta con una historia simple, mucha acción y un reparto ideal después de todo (destacar a Eli Wallach como el líder de los bandidos, un primo cercano del Tuco que interpretaría poco después en "El bueno, el feo y el malo").

Ah, y la mejor banda sonora del género, sin lugar a dudas. Todas las que vinieron después fueron imitaciones e incluso Marlboro se hizo con sus derechos para aquellos anuncios de vaqueros que hacían antes.




Imprescindible para cualquier fan del western o cualquiera que quiera empezar a curiosear en el género.



Doctora